VIAJANDO A OTROS MUNDOS

Donde todo el mundo podrá explicar sus aventuras y experiencias en viajes interestelares.

¡CUMPLEAÑOS FELIZ!

¿Viernes o sábado?, depende. Tras una larga noche de convivencias y acercamientos, de sonrisas y más sonrisas, de manchas en el suelo de un piso estudiantil, llega la noche. No hablo de la noche oscura y con estrellas y luna, sino del sueño. La hora de dormir.

Te levantas, y quedas un poco puteado por el hecho de haber puesto tu piso para la fiesta del día anterior. Pero te resignas, y cumples con tu cometido, limpiar.

Preparas tu maleta y vuelves al destino de todos los fines de semana, tu pueblo. A encontrarte con tu pareja, tus amigos, tu ambiente,… tu fiesta.

Nuevo viaje: el encuentro con tu gente.

Resulta que tras el jueves estudiantil (que eso ya es otra historia), apareces en tu ciudad natal con tus colegas en un “pafeto”, celebrando el cumpleaños de un amigo. En principio es algo aparentemente normal. Llegas tarde, como de costumbre, y las tapas están ya empezadas. Te resignas a comer de los platos ya empezados. Cacahuetes, papas, ensalada, la cervecita,… y tras un entrante cumpleañero, los montaditos. Te dispones a pedir el café, la mistela con dos hielos, cargada justo poco más de la mitad, y tras esto, te levantas, te acercas a la barra y pides tu primer cubata. Entonces es cuando tu amigo, que cumple años, claro, recibe uno de sus tantos regalos que tenéis guardados en formato sorpresa. Primero, una maleta con ropa vieja. Una chaqueta de mudar, una corbata, un pañuelo, unos tapetes de mesa camilla hechos de punto, unas medias,… en definitiva, algo voluminoso que entretiene al personal, y también agrada a tu compañero. Tras esto llega la segunda broma. Le regalamos un bastón (rollo de abuelo). Jajaja, jijiji. Después nos disponemos al siguiente, una caja llena de sorpresas. Muchos objetos inútiles, también encontrados en la basura, que nuestro amigo tendrá que abrir uno a uno, para más inri.

Entre tanto regalo, pasa el tiempo. Los segundos, los minutos, las horas,… y accidentalmente, sin darte cuenta, tu estado ya no es el de antes. Te es más fácil sonreír, hablar en inglés, subirte a las mesas,… Entonces llega cuando el bareto empieza a zozobrar. Un compañero se mete en la barra y empieza a poner cubatas sin el permiso del dueño, otros se ponen las medias en la cabeza e intentan atracar al camarero. Llega el punto en el que los dueños se hartan y quieren empezar a echarnos. Pero entonces, aparece el último regalo: una tienda de campaña. Sin pensarlo dos veces, la sacamos, y la montamos en medio del pub. Mientras unos continúan en la barra pidiendo sus copas, otros se introducen en la tienda para liar cigarritos de la risa. Un submarino, dentro de una tienda, dentro de un pub, rodeados de gente que se sorprende de tal comportamiento. Entonces llega el momento. Lo que era un submarino con humo interior pasa a convertirse en una bola de fuego. Los ocupantes huyen de su interior desconsolados. Lo que parecía un simple humo se ha convertido en una hoguera. Todos nos sorprendemos y disfrutamos de ésta rodeándola y cantando himnos indios (o que se yo), levantando nuestra hacha de guerra imaginaria. Uno de los compañeros se mete en la barra, harto de lo ocurrido y coge el extintor. Impensablemente empieza a dispararnos a todos convirtiéndonos en más indios de lo que éramos. Como una especie de tribu indígena acabamos repletos del blanco “extintoril”. Finalmente el fuego cesa. Ya no queda rastro de la tienda de campaña. Entonces entran por la puerta unos seres inesperados. Unos extraterrestres que dicen ir en son de paz. Tras esto, sacamos nuestras pistolas de rayos láser y empezamos a disparar. El fuego cruzado va cargándose a los más tontos. Por suerte yo sigo vivo y puedo narrar esto.

Tras una guerra entre seres del espacio y humanos, llega la calma. Es cuando cogemos la bandera de los estados unidos y la izamos. Y entonces llega Ben Laden y empieza a aplaudirnos. Introduce su mano en la chaqueta y tira de una anilla colocada en su interior. Entonces todos volamos por los aires. Pero da igual. Los trozos que quedan de nosotros se acercan a la barra y continúan bebiendo cubatas.

De repente, tras todos los daños sufridos, aparezco en mi cama. Ya en mi casa, sano y salvo tras una noche ajetreada, y me decido a contar los sucesos de ésta noche. Mi memoria no alcanza todos los detalles, así que muchos de ellos los he tenido que inventar para cubrir las dunas vacías que habían en mi mente. Y tras todo esto, he esperado a que llegara la hora de la comida del día siguiente, mas o menos a las 15 horas, durmiendo claro, para supervisar mi crónica y darle el visto bueno a mi diario de una borrachera. Pido disculpas por si los efectos especiales han sido demasiado americanos, pero eso si, si a estas alturas de la crónica sigues leyendo será por algo. Tras todo esto solo pido:

Decide tu lo que es real y lo que no, y si lo averiguas me lo cuentas, porque yo no me acuerdo de mucho.