VIAJANDO A OTROS MUNDOS

Donde todo el mundo podrá explicar sus aventuras y experiencias en viajes interestelares.

VIAJAR SIN MOVERSE DE LA HABITACIÓN


Descripción del punto de partida y situación

Una habitación cerrada de un hostal situado junto al barrio rojo de Ámsterdam. Varias raciones mágicas mexicanas. Unas quince literas, diez de ellas ocupadas por mis compañeros de viaje. Éstas estaban aisladas de las demás por un separador de madera colocado a media altura que dejaba al otro lado dos camas vacías y otras tres ocupadas: una por mi novia, que quería ser ajena a todo lo que lleváramos entre manos esa noche, (aunque finalmente lo oyó y lo vio todo) y las otras por dos estadounidenses que disfrutaban de un viaje a otro mundo, mundo que no tardaríamos en visitar.

Historia

Mientras todos nos mirábamos a los ojos esperando al primer turista, viajero que se trasladara a los confines de otro universo, cada uno empezaba a notar su propio vuelo hacia un nunca jamás no muy lejano.

EL BARCO

De repente empecé a notar que la habitación se movía de un lado a otro. En unos minutos había embarcado en un navío rumbo hacia ningún lugar. Noté como el barco se tambaleaba por el fuerte oleaje y me obligaba a amarrarme fuertemente a uno de los barrotes de la litera situada en proa. Aun así, no podía dominar mis movimientos, y la marea me obligó a ir de un lado a otro sin controlar el equilibrio. En ese instante, apareció mi instinto de supervivencia al cerciorarme de que el agua ya me llegaba por los tobillos. El barco se estaba hundiendo. Ello me obligó a trepar por la litera, una difícil pero trepidante escalada hasta una cima que no tardaría en llegar.

LA MONTAÑA

Minutos después, ya en la cumbre, noté como la presión atmosférica me impedía respirar. Así que después de un intento tras otro conseguí a la desesperada recobrar el aliento. En ese mismo instante me llegó el siguiente problema, al estar situado a tanta altura, apareció en mí una sensación de vértigo muy profunda que me impedía descender. Entonces intenté tranquilizarme observando a mis compañeros de travesía. Observé a mi lado a mi amigo mirando hacia el techo, mientras le gritaba a éste que la película proyectada era una mierda.

LA ISLA DEL TESORO

Tras un periodo largo de tiempo, conseguí bajar de ese infierno y me recosté en la litera inferior. Empecé a sentir frío, así que emprendí un nuevo viaje en búsqueda de mi saco de dormir. Tras varias millas a nado, conseguí llegar a una isla donde había una princesa que lloraba. Por miedo a que fuera una sirena y que sus cantos me cautivaran y me condenaran eternamente, intenté ignorar sus llantos.

Por momentos olvidé el porqué había llegado a la isla, así que me puse a buscar el tesoro. Tras muchos minutos de exploración lo encontré. Lo cogí y volví a mi sitio de partida, la litera inferior, ahora sí con mi preciado tesoro. Lo utilicé para taparme y descubrí que tenía poderes mágicos. No solo era un saco de dormir, sino que también era una capa de invisibilidad. Por momentos me sentí como Harry Potter o Frodo Bolson cuando consiguen evitar que les encuentren gracias a su capa, así que orgulloso de mi artilugio no pude aguantar las carcajadas.

LA CAPA DE INVISIBILIDAD

Reí y reí sin parar, sabiendo que mis compañeros no me podían ver. Ese manto me creaba una seguridad milagrosa. Entonces, ya desde mi cama y con toda confianza empecé a observar a mis amigos. Parecían estar locos. Uno de ellos abrazaba a su pareja con tal fuerza que la ahogaba, ella se quejaba pero él le repetía que no la sentía y que quería notarla. Enfrente de mi, en la parte superior de la litera estaba ubicado un compañero en silencio, inmóvil. Lo único que desprendía su cuerpo era una sensación de tranquilidad, paz y felicidad, reflejada en su rostro sonriente y sus ojos entornados.

EL AGOBIO

De repente, empecé a sentir un agobio insoportable. Todo el mundo estaba pendiente de mis actos, de mis gestos, de mis miradas. Así que alternaba esa angustia con desapariciones bajo mi manto invisible. Pero de nuevo me asomaba por arriba y los veía controlándome. La sensación de agonía era ya muy fuerte. Fue entonces cuando me di cuenta de mi estado. Quería acabar mi viaje, pero una fuerza interior me lo impedía.

LA DOBLE PERSONALIDAD

Luché contra mi mismo. Como un esquizofrénico, mi parte consciente pedía a gritos: -¡que se acabe ya, por favor!- pero mi otra parte me lo impedía. Entre la lucha, mi parte inconsciente viajaba a un mundo de dibujos animados donde yo era el protagonista. Empezaba a comer insectos alargando la lengua y atrapándolos. Mi cuerpo era flexible como la goma y el mundo era como un tiovivo sin parada. Pero buscaba esa interrupción como un loco. Pensaba en mi chica, que estaba en la otra parte del módulo que separaba una sección de la habitación de otra, y eso me hacía volver a la realidad. Pero un hormigueo repentino me hacía volver a fantasía. Y así estuve durante un par de horas, guerreando con mis dos yo. En ese tramo de la noche, noté como las hormigas atrapadas en mi cuerpo huían por mi boca desplazándose por mi lengua, mientras yo intentaba deshacerme de ellas con mis dedos.

EL TSUNAMI

Mis dedos tenían poderes. Al descubrir que podían tocarlo todo comencé a tocar el somier de la litera situada sobre mí. Era un lechomágico, porque mientras lo acariciaba, veía como un tsunami aplastaba las hormigas que acababan de salir de mi interior.

LA PUBLICIDAD

Una vez hallada la calma, me quedé observando una zapatilla que había en el suelo. Todo lo que la rodeaba cambió. Ésta se hizo de tamaño inesperado, y me transportó a un anuncio televisivo de Nike.

LA MASCOTA

Tras contemplar este espectáculo, oí por casualidad que un amigo decía que si comías algo, el viaje terminaba. Deseoso de ese fin, pedí a gritos que me acercaran algo de comida. Me lanzaron una bolsa de patatas. Como estaba muy feliz y contento por la adquisición, empecé a abrazarla incapaz de abrirla por el vínculo afectivo creado. Así que pedí otra. Mis camaradas me la pasaron de nuevo, y ocurrió lo mismo. No podía abrirla. Entonces, el compañero que había situado sobre mi cama asomó su brazo y empezó a ofrecerme papas entregándomelas en la boca. Yo me lanzaba como un loco a por ellas. Él, al ver mi ansia por comer, se pensó que era su mascota, y yo a su vez, me creí serlo. Así estuvimos varios minutos hasta que poco a poco me calmé y me relajé en mi lecho.

LA CALMA

Por fin llegó la calma. Empecé a recobrar la tranquilidad y la consciencia, y una vez recuperados todos, empezamos a contarnos el viaje de cada uno.

Desenlace y moraleja

De los diez amigos que fuimos, todos menos una realizaron esta hazaña. Esa persona fue mi novia. Al ver el estado en el que estábamos todos, desde un punto de vista consciente, quedó realmente conmocionada y pasó las casi seis horas que duró nuestra gesta sufriendo por nosotros.

Este hecho, mezclado con otras cosas, hizo que mi relación con ella terminara. Por eso mi experiencia con este tipo de turismo no fue buena.